Es decir, es la habilidad para gestionar bien las emociones. Tanto las nuestras como las de los demás.
Una persona que se enfada con facilidad, que se pone triste con frecuencia o que no es capaz de controlar sus impulsos... es alguien con mala inteligencia emocional. Por el contrario, una persona que se conoce bien a sí mismo, que es capaz de pensar antes de actuar, que entiende sus impulsos, que los expresa con educación siendo sincero pero, a la vez, consiguiendo no afectar negativamente a la gente que le rodea...o que es capaz de relativizar y sentir las cosas de una forma sana...sería una persona con MUY buena inteligencia emocional.
La inteligencia emocional se divide en cinco categorías básicas:
- Conciencia de sí mismo: es la capacidad de reconocer los sentimientos que uno tiene, y están directamente relacionados con la conciencia emocional y la confianza en uno mismo.
- Autorregulación: es la manera de decidir y controlar cuánto va a durar una emoción y qué intensidad tendrá mediante técnicas como el autocontrol, la confiabilidad, la adaptabilidad o la innovación.
- Motivación: relacionada con el positivismo, el compromiso y la iniciativa para llegar a los objetivos pautados.
- Empatía: es tal vez una de las más conocidas, y consiste en ver y entender cómo se sienten los demás. De esta forma se aprende de los demás y se consiguen determinados objetivos.
- Habilidades sociales: el tener buenas relaciones interpersonales es otro de los pasos hacia el éxito. Se puede lograr mediante la comunicación, influencia, liderazgo, gestión de conflictos, cooperación o trabajo en equipo, entre otros.
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